Publicado el jueves, 25 de mayo de 2017 por Laura Marchesani
En el momento en que se empieza un camino de gestación por sustitución, tratamiento de reproducción asistida popularmente conocido con la definición despectiva de "vientre de alquiler", se hace frente a un recorrido con muchos altibajos, como una montaña rusa emocional, difícilmente manejable.
En la base de una gestación subrogada serena está el amor, la capacidad de compartir y la flexibilidad, pero es harto complicado estar emocionalmente preparado para todo lo que puede suceder a lo largo del trayecto. Las variables que entran en el proceso son muchas, algunas parcialmente controlables, otras no.
En los tratamientos de reproducción asistida los padres de intención saben por experiencia propia, o porque han sido preparados para ello, que la medicina no puede garantizarles los resultados deseados en unos tiempos establecidos. De hecho, a pesar de que todos los profesionales se comprometan al ciento por ciento para que las expectativas se cumplan, siempre existirán elementos imprevisibles que podrían afectar al planteamiento inicial.
Cuando hablamos de una fecundación 'in vitro' que involucra a más personas, como la donación de gametos -sobre todo si se trata de ovocitos- y la gestación por sustitución, hay que tener en cuenta que además de los elementos relativos a la medicina y a la biología existen otros que son menos controlables y que pueden desestabilizar.
En todas las relaciones humanas la eficacia de la comunicación con respeto a las expectativas propias, y también a las situaciones inesperadas que se pueden presentar y que afectan al estado de ánimo, está en la base del equilibrio y del respeto. En momentos estresantes o importantes, como la esperanza de un embarazo y el consiguiente crecimiento de un feto en el útero de una persona que no es la madre, es decir, en aquellas circunstancias que se producen en una gestación por sustitución, el contacto en la distancia geográfica, el equilibrio y la buena comunicación pueden ser difíciles de mantener.
Aunque los padres de intención se sientan muy agradecidos por la generosa ayuda que les ofrece la gestante, hay momentos en los que el deseo de control puede salir a flote. No es fácil gestionar de manera correcta y eficaz esta tendencia que hace que los padres se pregunten si la gestante está tomando las vitaminas que le han recetado, si está haciendo deporte tal y como le ha indicado el médico, si se está alimentando de manera adecuada, etc. La única manera de salir de este círculo de ansiedad que podría crearse es recordar siempre que la gestante desea que el embarazo proceda de la mejor manera posible, y que el objetivo de ambas partes, padres y gestante, es el mismo. A esta conclusión hay que añadir una consideración que puede parecer obvia, pero que en algunos momentos se puede olvidar: la gestante es una persona independiente, con sus hábitos, sus compromisos, su propia visión de la vida, y hay que respetar su autonomía.
El equilibrio entre la asunción de que es imposible controlar cada elemento relacionado con el embarazo y la necesidad de transmitirle a la gestante el apoyo y el agradecimiento por el inmenso esfuerzo que hace es la meta que, una vez alcanzada, permite desarrollar una relación serena y duradera.