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Cesárea: ¿Quién lo decide?

Publicado el miércoles, 13 de septiembre de 2017 por Laura Marchesani

El camino que lleva a la paternidad a través de una gestación subrogada es una montaña rusa emocional, con momentos de felicidad inmensa y otros de frustración o ansiedad por no poder mantener el control sobre lo que pasa en cada fase del proceso, parto incluido. El deseo de saber siempre qué está ocurriendo al otro lado del océano, de estar en contacto constante con la clínica, con la agencia, con la gestante,… para no perderse ni un momento de los meses que preceden al nacimiento de un hijo puede añadir, en algunas ocasiones, estrés a las intensas sensaciones que se viven.

La preparación al parto en una gestación por sustitución

Cuando la gestante se queda embarazada para felicidad de todos empieza la segunda parte de un camino singular, que es la de vivir el embarazo del hijo propio a muchos kilómetros de distancia. Normalmente, los padres de intención desean conocer todos los detalles del día a día de la gestante y, en general, la relación que se crea con ella es de cada vez mayor complicidad. En estos momentos, el placer de intercambiar informaciones confirma la reciprocidad de los sentimientos.

Conforme pasa el tiempo, la relación se estrecha y los contactos se intensifican hasta el punto de llegar a comunicar sólo para mandarse un saludo o desearse los buenos días. Como es obvio, los momentos de felicidad multiplican la intensidad del sentimiento y el placer de poder compartir, por ejemplo, una ecografía en la que se distinguen las primeras características del niño que llegará.

La privacidad de la gestante en una maternidad subrogada

En la primera parte del recorrido, cuando se establecen los parámetros para la búsqueda de la gestante, se recuerda a los padres de intención que se les informará siempre sobre los detalles del embarazo, pero que habrá momentos en los que deberán de recordar que la gestante es una persona con sus necesidades de privacidad. Cuando se comparte un camino de gestación por sustitución, las personas llegan a conocerse tan íntimamente que, en algunos momentos, es casi espontáneo pensar que se puede tener acceso a cada detalle sobre la salud de la gestante. Obviamente esto no es así y habrá situaciones, como en el momento del parto, en las que será la propia gestante la que establecerá los límites de acceso a los futuros padres.

Quiénes entran al paritorio

Durante el embarazo, el médico que sigue a la gestante podrá prever con bastante certeza, salvo sorpresas o eventos inesperados, si tendrá un parto natural o deberá someterse a una cesárea. En algunas situaciones, de hecho, es incluso previsible, por lo que existe la posibilidad de prepararse de antemano para lo que vendrá.

La decisión sobre el parto o la cesárea es de tipo médico y concierne a la gestante, siempre bajo el consejo y la guía del especialista que la atiende.

En principio será posible establecer con antelación cómo se procederá en el momento del nacimiento. Así, las partes -padres de intención y gestante- decidirán quién entrará en el paritorio para asistir al tan esperado evento.

Al tratarse de un momento extremadamente íntimo y delicado, la elección se deja en manos de la gestante, excepto si ha de llevarse a cabo una cesárea. De hecho, en este caso, es posible que los padres intencionales de ninguna manera puedan presenciar el nacimiento de su hijo dada la complejidad de la situación, que requiere una atención médica especial. Como se puede fácilmente imaginar, la salud y la tranquilidad de todos prevalecen sobre cualquier otro elemento.

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