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Como si no supiéramos lo que pasa en algunos países.

Publicado el martes, 25 de agosto de 2015 por Laura Marchesani

La publicación del País Semanal

Martín Caparrós denuncia en El País Semanal la situación absurda que se ha creado en estos países, en los que la pobreza y la falta de recursos en general llevan a una forma descontrolada de explotación por parte del primer mundo.

El autor crítica, obviamente, la descarada explotación de las mujeres, entre otras cosas por el escaso control sobre el número de nacimientos. Pero lo que es cierto es que la situación sigue repitiéndose.

Esta denuncia -justificada, legítima y necesaria- sacude los ánimos, pero no lo suficiente como para garantizar un cambio de rumbo y evitar que estas prácticas se repitan.

No obstante, la publicidad de estas situaciones extremas tan deplorables hace que se levante una polémica en contra de todo lo que concierne a la gestación subrogada en su sentido más amplio.

La réplica.

Para aclarar un poco el concepto de gestación por sustitución, y para poner distancia entre las prácticas llevadas a cabo en el primer mundo y la explotación de la pobreza, hemos encontrado una réplica de un periodista italiano en el prestigioso semanario Internazionale.

Claudio Rossi Marcelli, padre de niños nacidos gracias a la gestación subrogada, no puede sino confirmar lo escrito por Caparrós y declararse completamente en contra de la práctica llevada a cabo en Nepal o India, pero también en Tailandia, México, Ucrania, Georgia,… países en los que la situación de falta de recursos hace que la misma se traduzca en explotación. No obstante, el periodista transalpino desea puntualizar que en el artículo de Caparrós no se hace referencia al hecho de que la gestación subrogada no es mala en sí misma, y cree necesario aportar información, pues la falta de ella provoca que la opinión pública mezcle conceptos que no son comparables.

Una cosa es la explotación en países con dificultades y otra bien distinta la gestación subrogada en naciones como Estados Unidos o Canadá, lugares en los que esta práctica es aceptada y, desde luego, percibida de una manera diferente. Allí, las gestantes reciben una compensación (alrededor de veinte mil euros) que hace que su acuerdo -mutuo- con los padres de intención sea para ella una mezcla de oportunidad y altruismo. Este importe no les cambia la vida (no estamos hablando de indigentes); lo que significa para ellas es la posibilidad de obtener un dinero extra a cambio de ayudar a otros a cumplir su deseo de tener una familia, por lo que ambas partes salen ganando.

Además, las gestantes norteamericanas eligen libremente a los padres a los que quieren ayudar, a diferencia de lo que pasa en países como la India, por ejemplo.

En Europa nos escandalizamos por el hecho de que una gestante perciba una compensación económica, pero el autor recuerda que existe una diferencia cultural importante entre nosotros y los Estados Unidos, donde sin ir más lejos la donación de sangre también se compensa con dinero.

¿Prohibir? ¿No sería mejor regular?

La solución no está en la prohibición de la gestación por sustitución. La forma de evitar la explotación no es la de prohibir esta práctica, sino la de ir hacia un entendimiento común, unas normas, que legislen sobre los detalles y describan los límites, dibujando el camino correcto desde todos los puntos de vista.

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