Publicado el jueves, 25 de febrero de 2016 por Laura Marchesani
El tabú que envuelve a la infertilidad, o en general a las dificultades para concebir en la pareja heterosexual, está más extendido y es más común de lo que se piensa.
Evitar el argumento, o esconder a familiares y amigos íntimos la imposibilidad de concebir de forma natural, es bastante habitual. De hecho, vemos este silencio como algo normal, como si compartir ciertos aspectos de la vida privada no fuese aceptable socialmente. Pero, ¿por qué es tan difícil hablar de infertilidad?
Según una publicación reciente que resume las reflexiones de personas de países y culturas diversas, el malestar es general. No sólo para aquéllos que querrían hablar de ello, sino también para quienes deberían escuchar.
Cuando una pareja desea tener un hijo, y necesita ayuda, se sentiría menos sola si ambos miembros pudiesen abrirse con otros. Desafortunadamente, en el terreno de lo real, esta materia parece prohibida y es necesario dirigirse, por ejemplo, a grupos de ayuda o a especialistas que escuchan y guían, no sólo porque este apoyo profesional es de gran ayuda en sí mismo, sino también porque no se encuentran otros ‘oídos’ dispuestos a escuchar.
Todo lo que se refiere al mundo de la reproducción asistida, sus detalles, sus particularidades, es algo totalmente desconocido para la mayor parte de las personas. No forma parte de lo que puede considerarse ‘cultura general’ y, además, cuando se habla de ello en los medios de comunicación de masas se hace de un modo genérico o, al menos, de una manera que es percibida por el lector/oyente/televidente no preparado como algo perteneciente al campo de la ciencia ficción, que impide entender los detalles.
Cuando se es protagonista de un tratamiento de reproducción asistida y se desea hablar con otros de la situación que se vive, sería necesario explicar una serie de detalles técnicos, lo que haría que la conversación no fuera particularmente fluida.
Es bastante extraño que algo que afecta a tantísimas parejas siga siendo un tabú y un argumento tan desconocido. Explicar a otros la diferencia entre una inseminación y una fecundación in vitro sin entrar en detalles es complicado. Y, sin embargo, se trata de una desemejanza que todas las personas que han pasado por la reproducción asistida conocen tanto en términos de desarrollo de ambos tratamientos como de sus posibilidades de éxito.
Si entramos en cuestiones más innovadoras como la donación de óvulos, las cosas se complican aún más.
En general, por tanto, la donación de óvulos y espermatozoides en una pareja heterosexual es vista a menudo como algo que debe esconderse para evitar comentarios y opiniones, que muchas veces se vierten desde el desconocimiento de los más próximos.
Pero para conocer cuánto influye la opinión externa sobre la decisión de no compartir de las parejas, sería necesario tener datos que no poseemos, pues en realidad nadie sabe exactamente qué pensarán los otros o cómo expresarán su parecer. La mayor parte de las veces se trata de una elección, en cualquier caso legítima, para evitar tener que enfrentarse a un juicio ajeno. Por ello, no existe tanto un temor a lo que los otros pensarán o dirán sino que son los protagonistas los que eligen callar teniendo en cuenta su idea preestablecida de cómo podrían ir las cosas.
Lo más chocante es que la mayor parte de las personas que comparten con la familia, o los amigos más íntimos, detalles de su situación se sorprenden por cómo su elección es aceptada y apoyada por sus seres queridos.
Lo que no se conoce es si esta aceptación viene de un ambiente abierto, de cómo los padres en tratamiento transmiten la noticia o de otros factores no determinados.
Es cierto que la sensación de soledad a la hora de afrontar una situación complicada no es agradable. Falta por conocer si el verdadero problema es la dificultad para hablar sobre cuestiones de fertilidad o, por el contrario, el obstáculo está en no saber escuchar con la mente abierta.
