Publicado el miércoles, 1 de julio de 2015 por Laura Marchesani
En Italia, son muchas las parejas del mismo sexo que deciden casarse pero que, para poder hacerlo, tienen que viajar a otros países. La noticia que se publicó hace algunos días sobre este asunto (http://bergamo.corriere.it) deja entrever dos asuntos importantes.
Primero: el hecho de que, como ya se sabe, las parejas homosexuales italianas que quieren desposarse han de hacerlo en un país que admita el matrimonio gay. En el caso que nos ocupa, dos hombres nacidos y residentes en Bérgamo han decidido “oficializar su amor” en Portugal, donde la ley permite a los italianos contraer matrimonio. No obstante, otros estados como España y Noruega son, a menudo, el destino elegido por los gays transalpinos.
¿Qué valor jurídico tiene en Italia casarse en el extranjero si el matrimonio homosexual no es admitido en el país? Por el momento ninguno, pero es válido en otros países y, por supuesto, tiene un alto valor simbólico en todas partes.
El segundo aspecto destacado del artículo es el que explica el permiso por matrimonio que ha obtenido uno de los contrayentes. En efecto, si a las parejas heterosexuales se les conceden días de vacaciones por matrimonio ¿por qué no sucede lo mismo con las parejas del mismo sexo? Es así como la mentalidad italiana se va abriendo poco a poco a esta realidad y, más tarde o más temprano, deberá reconocer que se está convirtiendo en una isla, en un territorio aislado que limita los derechos de la comunidad LGBT y que tendrá que adaptarse a los tiempos y a la legislación de los países que la rodean. Es bastante curioso que, dentro de la Unión Europea, un territorio teóricamente sin fronteras, una unión voluntaria entre dos personas tenga valor en unos países pero no en otros.