Publicado el jueves, 18 de febrero de 2016 por Laura Marchesani
Si la manipulación de embriones deja siempre en torno a sí una cierta sombra de duda por las posibles consecuencias presentes y futuras que ello conlleva, en ocasiones aparecen noticias que llenan de esperanza a muchos futuros padres.
Cuando una madre sabe de antemano, incluso antes de concebir, que es portadora de la mutación del gen responsable del cáncer de mama, el BRCA, que puede hacer que la vida de sus hijas sea más difícil, pensar en el futuro de la familia se convierte en una tarea complicada.
El instinto de unos futuros padres de proteger a sus vástagos del dolor y de la enfermedad es fácilmente comprensible. Cuando en la historia de la familia existen mutaciones hereditarias que ponen en peligro la vida de los hijos o, en el mejor de los casos, la vuelven como mínimo más complicada, la voluntad de hacer cualquier cosa que sea posible se convierte en una necesidad.
Una pareja española decidió pedir permiso a la Comisión Nacional de Reproducción Asistida del Ministerio de Sanidad para efectuar una fecundación in vitro con selección de embriones. Esto significa que la mujer lleva a cabo un tratamiento de reproducción asistida con estimulación y punción ovárica. Una vez extraídos los ovocitos, éstos son microinyectados con el semen del hombre y los embriones que se desarrollan son estudiados en el laboratorio para verificar cuántos y cuáles están libres de la mutación en cuestión.
Una vez obtenido el plácet del Ministerio, la pareja efectuó el tratamiento de reproducción asistida y el laboratorio pudo seleccionar los embriones libres de la mutación BRCA, los cuales, una vez transferidos al útero de la madre, dieron vida a dos bebés sanas.
Este procedimiento no implica que las niñas no padecerán cáncer de mama con toda seguridad (esta enfermedad afecta a una mujer de cada 10-12), sino que significa que la probabilidad vuelve a la media y que ya no es una certeza, una condena que precede incluso al nacimiento.
Son historias como estas las que hacen reflexionar sobre la importancia de que las mismas formen parte de nuestra vida, de nuestra realidad cotidiana, para que se pueda opinar con conocimiento de causa sobre algunos temas complicados. Si en un plano teórico la intervención humana sobre los embriones, y la reproducción asistida en general, puede suscitar dudas y perplejidad en muchos, detrás de ello hay siempre situaciones que afectan a las personas. Se trata de familias que nacen con la ayuda de la ciencia y sobre cuya realidad es difícil opinar a nivel conceptual, sin entrometerse en asuntos privados. Por ello se hace evidente que, introduciendo el discurso en lo cotidiano, las posiciones extremas, todo blanco o todo negro, se difuminan y se transforman en algo más cercano al gris.
Baste pensar que la madre de las niñas nacidas mediante esta técnica de reproducción asistida deberá afrontar ahora una mastectomía preventiva y, a continuación, una extirpación de los ovarios a causa de la mutación de la que es portadora. Si bien estas operaciones salvarán su vida, es evidente que la procesión de médico en médico, de clínica en clínica, no es el tipo de vida que un padre sueña para sus hijos. ¿Quién, en esta situación, no recurriría a esta técnica de selección de los embriones, teniendo la posibilidad? ¿Qué madre no querría librar a sus propias hijas de un destino ya escrito?
