Publicado el jueves, 7 de julio de 2016 por Laura Marchesani
En la sociedad española, en un país en el que el día del orgullo LGTB es un evento que atrae a visitantes de todo el mundo, al que el Ayuntamiento de Madrid contribuye activamente trasformando la reivindicación en una fiesta que dura días y que literalmente detiene parte de la ciudad, parece raro que haya países, cercanos desde el punto de vista geográfico y cultural, a los que les cueste aceptar el matrimonio entre personas del mismo sexo y que todavía exista gente que se oponga con todos los medios a su alcance a las familias homoparentales.
España es un país de fuertes tradiciones, muchas veces discutidas dentro y fuera del mismo, pero que en muchos ámbitos ha sabido mirar hacia adelante e innovar sin por ello perder su identidad. A pesar de las procesiones religiosas y de las corridas de toros, por ejemplo, el país se ha creado un nombre, merecido, por su innovación en el campo de la reproducción asistida, invirtiendo en investigación, programas de estudio universitarios o másteres y creando sinergias para mejorar constantemente.
Las clínicas de reproducción asistida españolas están entre las más visitadas de Europa por mujeres de diferentes países que buscan soluciones a dificultades objetivas que les impiden ser madres. Son mujeres que proceden de entornos diferentes (¡alguno sorprende!), que llegan con su marido, solas o con pareja femenina. A todas se las acoge y trata de la misma forma, como pacientes, independientemente de su situación y condición. Con la ayuda de los profesionales españoles, cada año nacen nuevas familias en Europa, formadas gracias al esfuerzo y sólida voluntad de esos padres que han preparado la maleta para que su sueño se hiciera realidad.
Es posible que las cosas cambien en el futuro. Sólo hay que observar cómo en Portugal se ha permitido recientemente el acceso a los tratamientos de reproducción asistida a todas las mujeres, independientemente de su orientación sexual, cosa que hasta el mes pasado no era posible.
Este planeta ibérico, hecho de colores (exactamente como el arco iris), no hace distinciones entre madres solteras, hetero, homo,… sino que ve familias. Viviendo dentro de este entorno de respeto hacia todo tipo de familia, resulta difícil creer que haya países “primos-hermanos” que ven los derechos de una minoría, como la del mundo homosexual, como algo negativo, y sorprende aún más en el caso de Italia.
Allí muchas parejas de mujeres, que han hecho realidad su sueño de ser madres gracias a profesionales españoles, se encuentran desamparadas y con sus derechos restringidos, ya que la ley italiana reconoce como madre sólo a la persona que ha portado y dado a luz al niño.
Muy recientemente, la Corte de Casación del país transalpino ha fallado que lo que ha de prevalecer es el interés del menor, y que la orientación sexual de los padres no puede ser un factor discriminatorio. Visto desde el exterior, se hace raro pensar que hoy en día alguien piense que dos padres del mismo sexo no son idóneos para desempeñar ese papel.
Por todo ello, el deseo es que, con el tiempo, la percepción social se adapte a la evidencia de los hechos y que poco a poco las familias homoparentales salgan a la luz y se reconozcan como tales, que la opinión publica empiece a entender que se trata de personas como cualquier otra, y que aprenda a conocerlas, aceptarlas y respetarlas.
En definitiva, vivir en el respeto mutuo, con independencia de las convicciones o creencias personales, siempre es una elección que merece la pena y constituye una enseñanza óptima para las nuevas generaciones (sin importar cómo hayan sido concebidas), que van a heredar el mundo que nosotros les dejemos.
