Publicado el miércoles, 27 de mayo de 2015 por Laura Marchesani
Irlanda, país católico por excelencia, cuenta con una historia reciente muy particular a este respecto, pues hasta 1993 la homosexualidad era considerada un delito.
Veintiún países habían legalizado el matrimonio gay en todo el mundo, pero Irlanda es el primero que lo hace a través de un referendum, es decir, por voluntad popular (la Constitución del país sólo puede ser modificada mediante esta figura consultiva).
El resultado tiene, por añadidura, un valor simbólico aún mayor si se considera que no estaba permitido el voto por correo, por lo que los emigrantes irlandeses que deseaban expresar su voluntad sobre este asunto han debido volver a su patria a votar en persona.
Así, la victoria tiene un sabor especial para los irlandeses, ya sea por la historia reciente del país, dónde el pensamiento católico tenía un gran peso en el ámbito político (el divorcio fue legalizado en 1995), como por la movilización general de los ciudadanos que habitaban tanto dentro como fuera de Irlanda.
Parece, pues, evidente el deseo de cambio de la población de la nación celta y es remarcable el esfuerzo que han realizado para conseguir este objetivo, que sabe un poco a revancha pero también a redención y a superación del pasado del país.